El imposibilismo de Esquerra
Es esa nueva humillación de Esquerra, pues, la que ha aumentado la frustración de sus votantes. Y no lo digo por la orden de Montilla, sino por la sumisión con que Esquerra la ha cumplido. El españolismo del PSC no es ninguna novedad, lo que resulta incomprensible es que ERC le dé un barniz catalanista y le obedezca. A ERC no se la vota para que acate una legalidad injusta, para eso ya están PSC y CiU, que son el paradigma de la subordinación, sino para que se rebele contra ella por medio de la desobediencia cívica. La misma que propone la plataforma Sobirania i Progrés que le es próxima. ¿Qué va a hacer el PSC si ERC se niega a poner la bandera española en las sedes que controla? ¿Expulsarla del gobierno? ¿Encerrar en la cárcel a Joan Puigcercós? Basta de hacer el ridículo, por favor. Es alucinante que ERC se ampare en la legalidad para hacer justo aquello que siempre ha criticado. Tras las elecciones nos dijo que desde el poder se puede hacer mucho más por Cataluña que desde la oposición y ahora resulta que ni tan siquiera puede retirar la bandera de un balcón. ¿Es así como espera crecer en votantes, siguiendo el manual españolista de Duran i Lleida e imitando a ICV y convirtiéndose en el mayordomo del PSC?
Nadie ama u odia a una bandera por lo que es, sino por lo que representa. Quiero decir que la bandera de España es la bandera de un pueblo tan respetable como cualquier otro y sólo un racista la despreciaría por razones étnicas. El rechazo catalán o vasco a la bandera española se fundamenta en otra cosa, y es que simboliza un poder hegemónico. Es decir, la supremacía de un país sobre otros. Rechazar esa hegemonía, por lo tanto, además de una cuestión de principio es también una cuestión de dignidad. Pasa exactamente lo mismo con la selección española. La aversión que hay hacia ella en Cataluña o en Euskal Herria no es por su condición de española, sino porque, con su hegemonía, impide la existencia de las selecciones de esos dos países y su proyección internacional.
No está bien promover actos contra la Constitución, la Hispanidad o el Estatut, como hace ERC, si no se es capaz de ser consecuente en detalles meramente simbólicos. Y en este sentido, la pregunta es: ¿si ERC no tiene la valentía de plantar cara al PSC en un tema menor como el de las banderas, cómo va a ser capaz de liderar un proceso de autodeterminación? ¿No regía la misma ley en la legislatura anterior, y, sin embargo, por orden de los entonces consellers Joan Carretero y Xavier Vendrell, la bandera española no ondeaba en Governació? ¿Qué ha ocurrido para que se produzca este cambio? ¿Es menos catalanista la Esquerra actual que la de entonces o es más españolista Montilla que Maragall? Me temo que este interrogante sitúa a ERC al borde del precipicio, porque aunque opte lógicamente por la segunda opción le será difícil escapar a esta otra pregunta: ¿quién ha convertido a Montilla en presidente de Cataluña? He aquí una cuestión que perseguirá a ERC durante muchísimos años.
No hay duda, pues, de que el argumento de la legalidad no se sostiene; sobretodo si tenemos en cuenta la ausencia de la bandera catalana en los edificios estatales, el mantenimiento de monumentos franquistas en municipios gobernados por CiU, con la connivencia del PSC, o el incumplimiento de la ley de Política Lingüística según la cual todos los rótulos comerciales y las cartas de los restaurantes deben estar por lo menos en catalán. ¿Es que esa legalidad no cuenta? Digámoslo de otro modo: si ERC quiere ganarse el respeto de sus votantes, lo primero que debe hacer es retirar la bandera española de sus conselleries y recordar al Partido Socialista que no ha sido Cataluña sino Esquerra quien le ha dado la presidencia.
Es un mal negocio intentar captar votantes ajenos si por el camino, además de los propios, se pierde la dignidad. Tantos años criticando la política posibilista de CiU y ahora resulta que la dignidad es secundaria.
Berria , 19/12/2006 (euskara)
Nabarralde , 20/12/2006 (español, euskara)
radiocatalunya.ca , 21/12/2006 (catalán)
Racó Català , 24/12/2006 (catalán)