La Fiesta nacional española

La Fiesta nacional española
Con la celebración de una nueva corrida en la plaza Monumental, el pasado 17 de junio, Barcelona ha sido escenario de un espectáculo patético e inadmisible; especialmente por la hipocresía política que supone declararse ciudad antitaurina el año 2004 y organizar corridas de toros el 2007. Se dirá que una cosa es la declaración oficial hecha por el Ayuntamiento y otra la legislación de la Generalitat. Es cierto. Pero también lo es que las dos instituciones están gobernadas por el mismo partido, el Partido Socialista (PSC), un partido que, no hace mucho, tuvo un enfrentamiento con Esquerra Republicana (ERC) en el gobierno municipal por esta cuestión. Y es que el PSC es el garante en la nación catalana de la simbología nacional española, incluso del más execrable: la Fiesta nacional. La hipocresía, por lo tanto, consiste en tener una ley aprobada por el Parlament –la Ley de Defensa de los Animales- y permitir, a la vez, la celebración de espectáculos en que los animales son torturados hasta la muerte. La hipocresía consiste en tener competencias plenas para prohibir la tortura y no ejercerlas. La hipocresía consiste en hacer un redactado que hable de proteger a los animales y, a la vez, sabiendo que la Monumental data de 1913, admitir en letra pequeña que podrán ser torturados en plazas construidas antes de 1988.

El tormento de un ser vivo no debe ser nunca un espectáculo placentero para ninguna colectividad humana que se considere evolucionada. Por ello no tiene ningún sentido que los defensores de la Fiesta intenten desacreditar al resto del mundo argumentando que no se puede ser antitaurino y comedor de carne al mismo tiempo. No tiene ningún sentido porque –si bien es cierto que los vegetarianos demuestran ser mucho más consecuentes con sus principios- no es lo mismo alimentarse que torturar. A parte, claro está, de que alguien alimente su espíritu con la tortura o de que considere que la comida no es suficientemente nutritiva sin el sufrimiento previo del comido. Así mismo, llama la atención que aquéllos que a las corridas de toros las consideran arte -así es como justifican el placer visual que experimentan con el sufrimiento ajeno-, hablen siempre de lucha noble y justa entre el hombre y la bestia. Ignoran, seguramente, que la bestia de que hablan pesa 500 kilos pero tiene el cerebro de un canario y, por lo tanto, es una ridiculez presumir de ser más inteligente que un toro. En todo caso, estaríamos hablando de la misma nobleza y de la misma justicia que habría en la lucha entre una persona normal y un deficiente mental. España se lo tendría que hacer mirar, francamente. Es bastante patético tener como Fiesta nacional el paradigma de la cobardía.

El Singular Digital , 19/6/2007 (català)
Racó Català , 21/6/2007 (català)
eurotribune.eu , 20/8/2007 (català, español, français)