Hitza hormaren kontra
Hitza hormaren kontra es un libro contra esa cerrazón. La palabra cerrazón, que es genuinamente española, no tiene equivalente en catalán y creo que tampoco en vasco. Podemos traducirla mediante sinónimos como obstinación, terquedad o empecinamiento, pero no es lo mismo. La cerrazón es otra cosa. Hablar de la cerrazón es hablar de una incapacidad casi genética para comprender una existencia distinta de la propia, es hablar del dominio del despotismo y de la ignorancia sobre el respeto y la sabiduría. La cerrazón es enemiga de la luz y de la comunicación. No hay lugar para el entendimiento donde reina la cerrazón.
Concebido como un diálogo electrónico entre dos personajes reales -Fernando Campos, un español de Madrid, traductor del Parlamento europeo y votante del PSOE, y yo mismo-, el libro aborda todas aquellas cuestiones relacionadas con el conflicto político que padecemos: la identidad, la cultura, la lengua, los medios de comunicación, el cierre de periódicos, la ilegalización de partidos, la satanización del independentismo, la violencia verbal, las fuerzas armadas, el terrorismo de Estado, el nacionalismo español, el autoodio, el colaboracionismo, el franquismo subvencionado, las fronteras, los referéndums, el derecho a la autodeterminación... Ni que decir tiene que el interlocutor español se sirve de tópicos para enfocar esos temas y obliga al autor a hacer un ejercicio pedagógico que, una y otra vez, topa con la cerrazón. Veamos algunos ejemplos.
"A los catalanes les prohibieron usar su lengua y a los no catalanes y no fascistas les prohibieron usar la suya como querían", dice Fernando Campos. Pero hace trampa. Es cierto que los españoles no fascistas padecieron el franquismo tanto como pudieron padecerlo vascos y catalanes, pero estos últimos lo padecieron doblemente por su condición nacional. Campos confunde interesadamente la falta de libertad de expresión con la prohibición de usar una lengua. Los españoles republicanos también sufrieron la guerra, pero a ellos no les persiguió nunca nadie por el hecho de ser españoles. A ninguno de ellos se le prohibió jamás hablar español. A todos los catalanes y vascos –a todos- se nos prohibió hablar catalán o euskera. En España, por lo tanto, se prohibió la libertad de expresión. En Cataluña y en Euskal Herria se prohibió la libertad de expresión y las lenguas catalana y vasca. En definitiva, se nos prohibió ser sencillamente catalanes o vascos.
Hablando del derecho del País Vasco o de Cataluña a decidir su estatus político, Fernando Campos dice lo siguiente: "Víctor, yo te cambiaría mi estatuto jurídico nacional determinado por el tuyo sin determinar para que vieras que orgasmo es". La verdad es que si no conociera a mi interlocutor, pensaría que practica el sarcasmo. Pero no, lo dice en serio, lo cual es una prueba del grosor del muro. Ahora resulta que tener un estatus jurídico indeterminado, és decir, ser catalán o vasco, és un orgasmo. ¿Y cómo sabe un español que ser vasco es un orgasmo? Ello me recuerda a esos ricos que desaconsejan el bienestar a los pobres. "No quieras ser rico", dicen, "tendrás muchos problemas". La argumentación de Campos, si se la puede llamar así, es tan esnob que provoca la sonrisa porque entronca con el discurso de los falsos universalistas que afirman estar en contra de los estados y de las fronteras pero son incapaces de quemar el DNI que les define como españoles. Si su patria es el cosmos y verdaderamente son ciudadanos del mundo, ¿por qué no prueban de circular por él con un carnet que les defina como ciudadanos cósmicos? Una metáfora de ese comportamiento nos la ofrece la película "Los soñadores", de Bernardo Bertolucci, enmarcada en el mayo francés del 68. Isabelle, una atractiva niña de papá, que mantiene un triángulo con dos hombres, afirma que las posesiones carecen de sentido y para demostrar que es consecuente decide vivir en una tienda de campaña. Y ciertamente lo hace, sólo que la tienda la monta en una habitación de una de las casas de su padre. Es éste, en definitiva, quien, mediante un cheque mensual, paga su manutención, sus vestidos y sus caprichos. Con el DNI español en el bolsillo también es fácil afirmar "mi patria es el cosmos". Al final, sin embargo, siempre encontramos al individuo atrapado en sus contradicciones.
Hitza hormaren kontra habla de estas cosas con el fin de proveernos de argumentos contra los tópicos tradicionales del españolismo "amable". El tema surge tan a menudo, ya sea en familia, en el trabajo o con amigos y genera en nosotros una desazón tan grande por el grado de implicación emocional que ponemos, que muchas veces nos cuesta encontrar el modo de rebatir el tópico. Por eso la idea brillante nos viene demasiado tarde, cuando el debate ha terminado y ya vamos camino de casa. Entonces descubrimos con amargura que el debate sólo nos ha aportado frustración. Es el momento de pensar que cuando la solución no se encuentra en el interior del muro, sino al otro lado, la opción más inteligente es saltarlo.
Berria , 23/12/2007 (euskara)
Nabarralde , 23/12/2007 (español, euskara )
victoralexandre.cat , 18/1/2008 (català, español, euskara)