La satanización de la disidencia
Debería parecer un contrasentido que la perdida de 350.000 votos no hayan bastado para que los responsables de esa perdida -¿o no hay responsables?- admitan públicamente el error de reeditar el tripartito. Sobretodo después que el PSC, en su primera legislatura, destituyese a Josep-Lluís Carod-Rovira como conseller en cap y expulsase a ERC del Gobierno. Hay que tener unos índices muy bajos de autoestima o estar muy necesitado de los privilegios del poder para entregar dos veces la Generalitat al mismo partido que te ha humillado por partida doble ante todo el mundo. Aunque eso, bien pensado, ya concuerda con la huida hacia delante de los oficialistas, que, todavía hoy, insisten en les bondades del pacto con el PSC. Y si la diáspora de votantes sufrida en las últimas elecciones no ha sido lo bastante fuerte para provocar el gesto siempre elegante de la dimisión en los arquitectos del tripartito es de esperar que éstos se comportarán igual que el soldado hindú encarnado por Peter Sellers al comienzo del filme El guateque, en el que, a pesar de ser atravesado por un millar de balas, sigue tocando la corneta. No creo, sin embargo, que ésta sea una buena actitud de cara a las próximas elecciones catalanas. Perder más de la mitad de los votos en las elecciones españolas, aun siendo muy duro, no deja de ser un mal menor para la lógica de un partido independentista, pero perderlos en las nacionales es una debacle.
De momento lo que hay es mucho miedo ante la fuerza que están adquiriendo los sectores críticos, los mismos que no hace demasiado, según la dirección, eran cuatro gatos indocumentados. Y para frenar ese auge ya están empezando a llegar las ayudas del PSC. Ya hay, en estos momentos, mucho socialista disfrazado de republicano que defiende las tesis oficiales de ERC, porque sabe que la continuidad del PSC en el poder depende de que éstas se impongan. Son las mismas voces que afirman que todo votante republicano disidente es alguien favorable a un pacto con CiU. Lo que no dicen estos mensajeros, porque no les interesa, es que el pacto sin contrapartidas ha sido un negocio ruinoso para ERC y redondo para el PSC. ERC ha obedecido con diligencia la orden de colocar la bandera española en el balcón de la conselleria de Governació que el ex-conseller Joan Carretero había retirado, ha cedido a los socialistas todo el control de los medios de comunicación públicos y, entre otras cosas, se ha tragado la flagrante invasión competencial que supone la ley de dependencia. No hay duda de que han hecho cosas positivas, pero ¿dónde está su rentabilidad si no saben proyectarlas? Es decir, que aquella llave que un día exhibió Carod como metáfora de la capacidad de ERC para doblegar al PSC se ha volatilizado. Ahora, por lo menos, la única llave verdaderamente existente la tienen las bases republicanas.
Lo que más duele es la energía y el tiempo perdidos. Tras su expulsión del Gobierno, siempre me pareció que la opción más aconsejable para ERC, si no se sentía lo bastante fuerte para exigir contrapartidas determinantes para el país y rentables para el partido, era permanecer en la oposición. Era lo más lógico ya que, de no hacerlo -como así ha sido-, sería ella quien pagaría los platos rotos de la política españolista del PSC. Eso explica por qué la defensa más inflamada de la cúpula republicana no proviene en estos momentos de la propia ERC, sino del PSC. En otras palabras, dime quien te defiende y te diré quien eres.
e-notícies, 21/4/2008 i 24/4/2008 (català)
Berria , 23/4/2008 (euskara)
Nabarralde , 24/4/2008 (español)