El cierre de la libertad
Desde ese prisma, el cierre de Egunkaria no tiene nada de extraño. Todo gobierno que odie el ejercicio de la libertad, que aborrezca el derecho a la libre autodeterminación de los pueblos, que admita la tortura policial, que condecore torturadores fascistas, que aleje a los presos de su país para castigar a sus familias y que subvencione asociaciones franquistas, es y será siempre un gobierno execrable. Es de acuerdo con esta realidad que hay que ver la ascensión al poder del Partido Popular como uno de los hechos políticos europeos más indeseables del último cuarto de siglo. No importa que esta ascensión haya sido fruto de unas elecciones democráticas, refrendadas en un segundo ciclo por una mayoría absoluta, no importa porque una victoria democrática no debe servir jamás para legitimar la prepotencia, el absolutismo y el odio a la diferencia.
Siempre que dedicamos una mirada a determinados episodios convulsos de la historia, nos resulta difícil entender el candor que demostraban los que finalmente fueron sus víctimas. No nos damos cuenta de que una cosa es leer la historia y otra hacerla. Cuando la crisis económica de 1929 propició la decadencia de la República de Weimar, en Alemania, ninguno de los ciudadanos de aquel país podía imaginarse las gravísimas consecuencias que aquello tendría. Pero las tuvo. Las tendencias antidemocráticas y el antisemitismo de Hitler tuvieron muy buena acogida entre la gente, hasta el extremo de otorgarle la victoria en unas elecciones y de convertir su fuerza política en el partido más poderoso de Alemania. A partir de ahí, todo fue muy rápido. El 30 de enero de 1930, Hitler fue designado canciller del Reich, cosa que le aseguró unas competencias ilimitadas, y, poco después, con asombrosa naturalidad, comenzó el recorte de libertades: se derogaron los derechos fundamen- tales, se suprimió la libertad de prensa, se persiguió a las personas desafectas al ideario del gobierno y se desencadenó la prohibición de partidos políticos. Beneficiado por el final de la crisis económica mundial y algunos éxitos en política exterior, Hitler tuvo pocos problemas para materializar sus objetivos. Así comenzó el programa de antisemitismo y el fin de los derechos de los judíos.
Pues bien, como dice Francesco Cossiga, «ha llegado la hora de internacionalizar el conflicto vasco». Y, además, hay que hacerlo con carácter de urgencia por diversas razones: por el talante fascista de José María Aznar, porque con su complejo de inferioridad como el de todos los dictadores, legitimados o no por las urnas ha terminado por convertirse en un peligro público un peligro para la Unión Europea, en general, y para el País Vasco, en particular y porque su gobierno, como en su día hizo el nacionalsocialismo, no ha tenido escrúpulos en acabar con la separación de poderes e imponer el pensamiento único. Nos encontramos, pues, ante un personaje, un gobierno y un partido ebrios de mayoría absoluta y en disposición de llevar su nacionalespañolismo hasta las últimas consecuencias.
Como los judíos en la Alemania de Hitler, también los vascos y catalanes que no profesan el nacionalespañolismo son criminalizados en la España de Aznar. El antivasquismo y el anticatalanismo dan votos en España, como el antisemitismo daba votos en Alemania. A populares y socialistas no les importan las nefastas consecuencias electorales que esta política pueda causarles en el País Vasco y Catalunya, porque no es en esos países donde se encuentra la fuente de sus mayorías absolutas, sino en la España real. Y en la España real, términos como euskaldun o catalanidad resultan abominables. Consecuentemente, todo aquello que esté relacionado con la cultura vasca ikastolas, emisoras de radio, revistas, editoriales, centros cívicos... es sospechoso de llevar a cabo actividades antiespañolas. ¿Recuerda el maccarthismo, verdad? Pues es mucho peor. Es mucho peor porque Aznar no necesita crear ningún comité destinado a cazar catalanistas ni vasquistas. ¿Por qué iba a crearlo si ya cuenta con los jueces Garzón y Del Olmo, con la Audiencia Nacional y con el Tribunal Constitucional para hacerlo?
Bajo el régimen nacionalespañolista de Aznar, un artículo como éste es motivo suficiente para que su autor, por enemigo de la violencia que se declare, sea considerado un terrorista, desposeído de sus derechos más elementales, incomunicado durante cinco días, sometido a torturas y criminalizado públicamente. Bajo el régimen nacionalespañolista de Aznar, pronto serán encarceladas más personas, perseguidas empresas y entidades culturales, ilegalizados medios de comunicación, partidos políticos y gobiernos nacionales, suspendidas autonomías y decretado el estado de excepción en un territorio. El cierre de Egunkaria, por consiguiente, no es el final de nada sino el principio de lo que sucede después del cierre definitivo de la libertad.
"Egunkaria adelante. Sí al euskara."
Diario de Noticias , 28/2/2003 (español)
Gara , 6/3/2003 (español)
El Punt , 9/3/2003 (catalán)